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¿Por qué celebramos con violencia? Las razones detrás del descontrol en Velitas, Navidad y Año Nuevo en Colombia

1 de diciembre de 2025 por
¿Por qué celebramos con violencia? Las razones detrás del descontrol en Velitas, Navidad y Año Nuevo en Colombia
ACIS

Cada diciembre, mientras el país enciende velitas, prepara cenas y organiza los últimos encuentros del año, las autoridades activan sus planes de contingencia. No solo por la pólvora o el aumento en la movilidad, sino por el repunte de violencia que tradicionalmente acompaña esta temporada. Basta recordar que la noche del 24 de diciembre de 2024 la Policía Nacional recibió 33.113 llamadas de emergencia, entre ellas 1.898 por riñas y más de 1.700 por perturbación de la tranquilidad. El 31 de diciembre la situación no fue distinta: 30.214 llamadas, con 1.751 reportes de agresiones. ¿Será diferente este año? Lo ocurrido en Halloween —con riñas y disturbios en varias ciudades— sugiere que el panorama podría repetirse.


Lejos de ser un hecho aislado, estas cifras muestran un patrón persistente. Las celebraciones pensadas para reunir a familias y amigos suelen transformarse en escenarios de tensión y desbordamiento emocional. Según Víctor Hernández, docente del programa de Sociología de Areandina, sede Bogotá, estas fechas funcionan como una lupa que amplifica dinámicas que ya existen en la vida cotidiana. “Colombia ha normalizado la violencia en su día a día, y esa forma de relacionarse aparece incluso en momentos que deberían ser simbólicos para la convivencia”, explica.


Más que generar conflictos nuevos, la Navidad los deja al descubierto. Es una época en la que se mezclan el cansancio de todo un año, las presiones económicas, las expectativas poco realistas y los duelos que muchos aún no han elaborado. En ese ambiente cargado, cualquier desacuerdo puede escalar con rapidez. El alcohol, profundamente enraizado en las costumbres festivas, cumple un papel decisivo al reducir límites y aumentar la impulsividad. Para Hernández, “la mezcla entre consumo, emociones exaltadas y modelos familiares rígidos crea un cóctel cultural de alto riesgo que detona en las celebraciones”.


La fiesta como escenario de desahogo: entre la alegría y lo que no se dice en el año


La sociología define diciembre como un periodo de “catarsis colectiva”: un momento en el que las normas parecen relajarse y las emociones, acumuladas durante meses, salen a flote con poca contención. 


Hernández señala que esta dinámica se intensifica por la presión económica, los duelos no resueltos, los conflictos familiares y el estrés acumulado. “Las celebraciones no generan violencia por sí mismas; lo que hacen es exhibir tensiones que ya estaban presentes, pero contenidas”, asegura.


El alcohol es, sin duda, un elemento determinante. En el país está profundamente arraigado como mediador de afectos y herramienta social para “soltar” emociones. Beber no solo se considera normal, en muchas regiones se espera que todos lo hagan como parte de la celebración. La consecuencia es un aumento de la impulsividad y la pérdida de límites. “Aquí se cree que para disfrutar hay que beber, y esa expectativa social reduce la capacidad de frenar antes de agredir”, sostiene el docente de Areandina.


Asimismo, las estadísticas recientes confirman que la violencia no es un fenómeno aislado de las festividades, sino parte de una tendencia sostenida. Según datos del Ministerio de Defensa, entre enero y septiembre de 2025 se registraron 10.220 homicidios en el país, es decir, 320 casos más que en el mismo periodo del año anterior. Aunque los asesinatos no se concentran específicamente en las celebraciones de diciembre, sí se observa un incremento notable en riñas, lesiones personales y violencia intrafamiliar durante el último mes del año. Estas agresiones golpean con especial fuerza a mujeres, niños y jóvenes, los grupos más expuestos cuando las tensiones familiares, el consumo de alcohol y las carencias económicas convergen en un mismo espacio.


Machismo, autoridad y la cultura del “no dejarse”: el trasfondo que alimenta las agresiones


Además del alcohol y las emociones exaltadas, diciembre activa un conjunto de patrones culturales que explican por qué la violencia florece justo cuando debería primar la unión. El primero es el machismo funcional, un modelo de masculinidad que asocia la fuerza con el respeto y la agresión con la validación social. “Muchos hombres han sido socializados para demostrar poder a través de la reacción violenta, y las fiestas se convierten en un escenario donde ese comportamiento se legitima”, afirma el docente de Areandina.


Las dinámicas familiares también contribuyen. En numerosos hogares colombianos, la autoridad se aprende desde la imposición, no desde el diálogo. Esa estructura rígida, combinada con emociones intensas y consumo de alcohol, hace que los conflictos escalen en minutos. Hernández lo sintetiza así: “Las familias que viven todo el año en tensión estallan en diciembre porque no tienen herramientas de diálogo, solo mecanismos de confrontación”.


La narcocultura y los discursos de violencia presentes en redes sociales y música popular añaden otra capa de riesgo. La exaltación de la fuerza, el desafío y el exceso construyen un ambiente simbólico donde “no dejarse” se convierte en ley no escrita. En fechas masivas, ese patrón se amplifica.


Para reducir la violencia festiva, Hernández insiste en que no basta con medidas coyunturales como ley seca o restricciones horarias. Es necesario fortalecer la educación emocional desde la infancia, promover celebraciones comunitarias más seguras y desnormalizar el trago como eje de la fiesta. Y concluye: “Colombia no necesita menos fiesta; necesita aprender a celebrar sin herirse. Esa es la deuda cultural que aún no hemos saldado”.

¿Por qué celebramos con violencia? Las razones detrás del descontrol en Velitas, Navidad y Año Nuevo en Colombia
ACIS 1 de diciembre de 2025
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