· Ricardo Ruiz, director del Máster en Medicina Estética Avanzada e Innovación Tecnológica de la Universidad Europea, ahonda en el profundo cambio de la medicina estética en los últimos años
Bogotá, junio de 2025. “La medicina estética ya no persigue estándares de belleza artificiales. Ahora busca resultados que no se notan, pero se sienten”, explica el director del Máster en Medicina Estética Avanzada e Innovación Tecnológica de la Universidad Europea, Ricardo Ruiz.
Referente internacional en dermatología estética, Ruiz es fundador y director médico de la Clínica Dermatológica Internacional y jefe del Servicio de Dermatología del Hospital Ruber Internacional. Se formó en la Clínica Mayo y en la Universidad de California en San Francisco, y ha sido pionero en introducir un modelo de trabajo basado en excelencia clínica, innovación y trabajo en equipo.
El experto de la Universidad Europea apunta a un nuevo cambio de paradigma: “La medicina estética se ha democratizado. Antes, para rejuvenecer, solo existía la cirugía agresiva. Hoy, por un coste moderado y con una gran seguridad, cualquier persona puede mejorar su aspecto de manera natural”.
La aceptación social de la medicina estética ha sido temprana y se ha avanzado hacia tratamientos menos invasivos y más responsables. “Hace unos años, la gente se escondía para hacerse determinados procedimientos estéticos; hoy en día, incluso los hombres acuden abiertamente a tratamientos como los injertos capilares”, señala Ruiz.
Esta normalización ha coincidido con un cambio de enfoque en los tratamientos: “La tendencia está cambiando. Pasamos de inyectables que generaban rostros exagerados a la medicina estética regenerativa. Ahora buscamos que el propio paciente regenere su colágeno, su elastina”. Este nuevo contexto busca resultados sutiles, que respeten la expresión facial y acompañen al envejecimiento, en lugar de enmascararlo.
Ricardo Ruiz ha abordado también los grandes retos de la medicina estética. Desde su punto de vista, una de las principales cuestiones a tratar es la educación a los médicos en una práctica estética ética y basada en el conocimiento del cuerpo humano: “Natural no es lo que se nota, sino lo que no se nota. Un buen tratamiento es aquel que hace que a un paciente le digan ‘qué buena cara tienes’, sin saber por qué. Y para lograr eso, hay que enseñar a decir que no cuando corresponde”. En esta línea, el máster que dirige en la Universidad Europea se centra en “formar a una nueva generación de profesionales estéticos capaces de comprender la fisiología, la anatomía, el uso prudente de las nuevas tecnologías y que sean capaces de manejar aspectos tan complejos como la menopausia, la oncodermatología o los nuevos fármacos para la obesidad”, ha explicado Ruiz.
Otro de los grandes retos de la medicina estética actual es lograr el equilibrio entre la mejora visible y el bienestar emocional del paciente. Según explica Ruiz, la estética no debe perseguir la perfección, sino favorecer una imagen coherente y saludable. La medicina estética, bien aplicada, puede incluso tener beneficios psicológicos: “Estudios muestran que tratar ciertas expresiones faciales con toxina botulínica puede mejorar síntomas de depresión más eficazmente que algunos antidepresivos”. La clave está en aplicar la técnica adecuada con sensibilidad clínica y ética profesional.
La formación en medicina estética también se enfrenta a una transformación profunda. Ya no basta con dominar técnicas; hoy se exige a los profesionales un conocimiento riguroso de la anatomía, una comprensión sólida de las nuevas tecnologías aplicadas a la salud estética y, sobre todo, criterio clínico para tomar decisiones prudentes. En esa línea se sitúa el Máster en Medicina Estética Avanzada e Innovación Tecnológica que responde a la necesidad creciente de médicos estéticos que sepan conjugar ciencia, sensibilidad y responsabilidad en una disciplina cada vez más compleja y con mayor impacto emocional y social.